11/16/2014

Recuerdos 3: Hoy No.

Noviembre tiene 30 días, esos fueron los días que estuve llamando a Vanesa todas las noches a la misma hora, 20:45. No desistí. A veces me colgaba, otras me hablaba su buzón Movistar.
Hoy era 1 de diciembre. El mes más añorado del año se estrenó en Madrid con una lluvia torrencial. Se supone que hoy debería de estar feliz. Dentro de unas semanas empieza las Navidades, y a mi personalmente me encantan, me encanta reencontrarme con mi familia. Me encanta ir con mi hermano José a comprar los regalos de Reyes de mi hermano chico y los de mis padres. Me encanta reencontrarme con los míos, volver a Sevilla y Algeciras y dejar de ser por un tiempo “Malú” la artista, la cantante.
Hoy debería de estar así, pero no. Hoy no. Hoy la volví a llamar y como casi siempre me volvió a colgar.
Revisé la habitación en busca de mi chaqueta e ir a su casa. Cogí las llaves y en 15 minutos estaba aparcando en la calle de abajo.
Cuando llegué a su puerta, me miré en el pequeño espejo que lleva el ascensor. ¡Voy calada hasta los huesos! Y mis pintas... ¡Oh Dios! son de lo peor. Pero no hay vuelta atrás, aquí estoy, nadie me va a parar.
Toqué el timbre dos veces, el último lo alargué un poco más.
Desde fuera se podían escuchar perfectamente los pasos de Vanesa caminando hacia la puerta.
Oí el giro de llaves y todo mi cuerpo comenzó a temblar cual flan.
Silencio. Fue el único quien se atrevió hablar.
-Hola...- Susurré a punto del desmayo.
-Malú...
-¿Por qué no me has cogido el teléfono?.
-Malú...
¡Bien! Se sabe mi nombre...
La miro queriendo buscar de ella otra palabra que no sea mi nombre. Extendí mis brazos y se dio cuenta que parezco un mocho recién escurrido.
-Pasa, estas calada.- Se apartó cediéndome su casa para entrar en calor.
Yo, como un pequeño cordero, obedezco, la sigo. Me dice que entre al salón y me acomode. Cuando me siento en el sofá, se me pone la piel de gallina. El pequeño salón de apenas unos 5 metros esta caldeado. Vanesa camina a paso ligero con un par de toallas.
-Toma...- Dijo sin más. Se sentó a mi lado con la mirada fija en mi. Solo supe sonreír. A estas alturas creo que se me ha olvidado hablar.
-¿Te quieres duchar?.
-No, no voy tan mojada.- Me quité la camiseta y el sujetador.- Con secarme un poco sobra.- Extendí una de las toallas y la puse sobre mis hombros. Ella me imitó, cogió una toalla y la puso sobre mi pelo. Suavemente comenzó a frotar la toalla sobre mi cabeza.
No tuve duda, y me deje hacer. Dejé mi cuerpo muerto para facilitarle el trabajo. Solo puse mis brazos sobre mis hombros, cerré los ojos y me deje llevar.
-Vane...- Resoplo. Ella no dice nada, pero me puedo imaginar su cara.- Yo solo quiero hablar contigo.
-Habla.- Me revuelvo al oír su tono.
-¡Así no!.- Levanto la cabeza y todos mis pelos alborotados caen por mi cara. Vane suelta una carcajada y yo intentando no reírme y que me tome enserio, prosigo.- Quiero hablar y que me escuches. Y que hables tu también... Sobre todo eso... Que hables.
-Pues tu dirás...- Se acomodó apartando los cojines que habían en su espalda y sonrió ampliamente.
-Yo... Tú...- Sacudí mi cabeza en busca de la frase perfecta. Vanesa clava sus ojos en los míos y la sonrisa de antes se esfumo. Esta seria y eso me inquieta.
-Necesito saber si tu me ves y me sientes de la misma manera que te veo y te siento yo...- Sigue con el mismo rostro de antes, pero esta vez creo que ni parpadea.
-Vane...- Aparté varios cojines tirándolos hacia atrás. Fui acercándome hasta que ella me paró.
-Un momento... Mejor hablamos mañana, ¿vale?.
¿Como? ¿Perdona? ¡No quiero hablar mañana!
Quiero revelarme y decirle que no, que tiene que ser ya.
Pero me dejo caer bajo su poder de convicción y le digo que si, que mejor hablamos mañana...

Me lleva hacia su cuarto. Me quedo observando toda la habitación. Tiene 3 guitarras, un piano, y un escritorio lleno de folios con frases y tachones. Ella me mira con la misma cara de antes. 

-¿Así es como compones?.- Señalo la mesa intentando quitar un poco de hierro al asunto. Vanesa sin cambiar el rostro se encoje de hombros. ¿Me tengo que dar por contestada? Parece que sí... Me aparta la mirada, lo único que hace es tirarme una camiseta a las manos. La miro, la abro, tiene pinta de ser de hombre, es súper grande.

-¿De quién es?.- Pregunto mientras me la pongo.
Ella sin mirarme, responde:
-De mi hermano.
Al cabo de un rato, cuando creo que se le ha pasado un poco este pequeño mal trago, Vanesa abre la cama y me hace un gesto para que me meta en ella, yo obedezco, ¡como para decirle que no!.
-¿Vas a dormir aquí conmigo?.- Pregunto al verla sentada al otro lado de la cama.
-¿Donde quieres que duerma?.- No puede sonar más borde porque no quiere... Luego me lo dicen a mi...
Antes de meterse en la cama, saca un CD del primer cajón de la mesita que tiene enfrente y camina con el hasta un pequeño equipo de música, cuando lo pone inmediatamente reconozco esos acordes y esa voz, es “Heaven” de Bryan Adams. Sonrío y antes de que pueda preguntar algo se adelanta.
-No puedo dormir si no tengo algo de fondo... No sé... Mi abuela solía cantarme de pequeña para que me durmiera, supongo que esa manía no me la puedo quitar...
La miro con ternura y se me vuelve adelantar antes de poder decirle que me parece fantástico dormir así. Parece que Vanesa vaya dos segundos por delante mía.
-La puedo quitar si quieres.
-¡NO! No la quites, no me molesta para nada.- Vane sonríe aliviada y... ¿He dicho sonríe? ¡Oh Dios mio! ¡Estoy por llamar a los de la discoteca del barrio para montar una fiesta por ello! ¿Tan mal le ha sentado que me sincere con ella? Me da vértigo pensar que es lo que puede estar pasando ahora mismo por su cabeza.

Horas después, cuando pienso que toda la guerra ha acabado, me despierto por la culpa de una luz clarita que entra por la puerta.
Me paso las manos por la cara mil veces, miro para mi derecha y Vanesa no está. Con delicadeza salgo del cuarto y me la encuentro en el sofá con su perro. Ella me mira con la misma cara de casi siempre. Me da miedo el preguntar, me quedo quieta, parada, apoyada en el marco de la puerta de brazos cruzados.
-Para dormir conmigo hay que tener un manual de primeros auxilios al lado... Me muevo muchísimo. - Se levanta y mientras camina prosigue.- No quiero hacerte daño...
¿Esto último lleva doble sentido? Quiero contestar, formo miles de frases en mi mente que suenen bien y no quedar de idiota delante de ella, pero no llego ni a vocalizar.
-No te preocupes...- Se frena a escasos centímetros de mi.- He dormido fenomenal con Pongo.- Sonríe y acaba convenciéndome, y no sé si lo hace porque su argumento realmente me ha convencido o simplemente porque me ha sonreído y he sentido como si el mundo se parara de golpe.
-¿Has dormido bien?.- Pregunto. Ella asiente sin quitar la sonrisa. Me siento falta, la he echado de su propia cama sin saberlo. 
-Tú deberías de estar durmiendo...- Me quedo tan prendida de su mirada que realmente no la estoy escuchando.
El corazón se me va a salir del pecho.
-Malú... ¿Me estas escuchando?.
-Si, si... Claro... Claro...
Vanesa da un paso hacia delante, queda tan cerca de mi que su olor enseguida inunda mis fosas nasales y cuando pienso que estoy apunto de un infarto, Vanesa mete una de sus manos por mi espalda. Cierro los ojos y sonrío como una tonta. Pero todo se derrumba de golpe cuando oigo el picaporte y siento la puerta abrirse...
-Vamos...- Susurra, me coge de las caderas y suavemente me gira.
Hago otro intento, me vuelvo a girar, y le propongo que duerma conmigo, pero como era de esperar dijo que no.
Antes de entrar de nuevo a la habitación le doy las buenas noches, ella no me contesta, solamente, se gira y me sonríe. Y haciendo balance, creo que nunca me habían dicho "Buenas noches" de una manera tan bonita. 



Cuando amanezco me doy cuenta que estoy sola en la casa. La poca luz que entra por la persiana me ciega. Apoyo mi espalda al cabecero y me encuentro una nota encima de la cama. La abro con cuidado. 
He tenido que salir, puedes coger todo lo que te apetezca de mi casa.
PD: Te veo y te siento, aunque intento no hacerlo, pero a veces me lo pones muy difícil"





11/11/2014

Recuerdos 2: Lo Que Nunca Te Llegue A Contar.

Cuando conocí a Vanesa más a fondo, pude ver grandes cualidades de su personalidad que me encantaban. Me rendí totalmente a su música. Su forma de escribir, cantar, interpretar, tocar... Vanesa sin duda alguna es una de las personas más especiales que he llegado a conocer. No todo era tan desastroso como le dije a Pastora. ¡Al principio nos llevábamos a matar!.
Ese día quise componer algo, pero como siempre necesito un empujón, esta vez no llamé a Melendi, llamé a Vanesa.
Le conté lo que quería hacer hoy y no dudó en venir con su guitarra acuestas cuando le dije que quería añadir una canción compuesta por las dos en la reedicion de Guerra Fría.

Las dos estábamos tiradas en el suelo. Ella no paraba de apuntar y tachar en el folio, yo a veces me embobaba ante su magia y otras pocas escribía algo.

Me sacó de mis pensamientos su magnifica voz. La escuché entonar el final del estribillo... ¡Que estribillo!

Yo ya te estaba dando...
Más de lo que tocaba vivir“

La miré, me miró y sonrió triunfante.
-¡Pues ya la tenemos pequeña saltamontes!.- Dejó el lápiz en el suelo, se estiró y apoyó su espalda en el sofá.
-¡Está genial! Hablaré con Rubén y que sea él el que ponga el piano, ¿que te parece?.
-Me parece que es el mejor músico que podrías elegir para este tema. Piano y voz ¿no?.
-¡Por supuesto!

Seguíamos enredadas con el tema de la canción. Le miraba a los ojos y de vez en cuando le miraba la boca. Pensé mucho en contenerme. Hice una lista de pros y contras mentalmente en cuestión de 5 segundos. ¿La beso? ¿Qué pierdo? O mejor dicho ¿Qué gano?
Aparté sutilmente su guitarra, acorté los centímetros que nos separaba. Ella seguía mis movimientos con su mirada pero no decía ni hacia nada.
Cogí su cara con mis manos.
-¿Sabes que eres una persona muy especial?.
-Malú... No creo...- La corto murmurando pausadamente ante su boca:
-Al principio me caíste fatal, poco a poco te fui conociendo y no sé...- Rio y no puedo evitar acercarme un poco más cuando la veo sonreír.
¡Me lanzo! Me sonríe otra vez y me tiro sin saber si la piscina esta vacía, llena o a rebosar.
-¿No me digas?.- Ríe irónicamente.
-Si...- Respondo en forma de susurro.
No me atrevo ni a respirar. No quiero romper lo que sea que nos envuelve.
Termino juntando su frente con la mía, dándole un beso de esquimal.
Embrujada por tener su mirada tan cerca, me acerco peligrosamente a su boca y sin pensarlo le doy un pico lento. Vane coloca con suavidad sus manos en mi nuca. Su boca me sonríe y no puedo evitar pasar uno de mis dedos por los hoyuelos que se le forman cuando lo hace.
Nos fuimos acercando pero no lentamente, fue un choque de miradas que hablaba por si solo. Nos acerquemos a la misma velocidad que subía la temperatura por las paredes de esta casa.
Su beso me arde, me quema, no quiero que acabe. De hecho, quiero más. La vuelvo a besar con más ganas si cabe. Mi boca se ha vuelto exigente pero sumisa.

La vivo, la siento, le muerdo el labio inferior, veo como frunce el ceño de dolor, pero en estos momentos me importa bien poco.
Dispuesta a venderme por la lujuria, me acerco todo lo que puedo colocando una de mis manos en su nuca. Con la otra fui apartando todo lo que Vanesa tenía detrás de ella y la fui acostando poco a poco en el suelo.
Ella metió sus manos por debajo de mi camiseta, de un movimiento rápido me la quita, eso me hace volver a reír y pensar que no es la primera vez que hace esto.
Entre besos le musito un “Ven” ella asiente. Ladea su sonrisa y pude ver el morbo y las ganas en ella. No tardo en cogerme otra vez a su cuello y volver a empezar. Entre traspiés la llevo a mi cuarto. Cuando entramos lo primero que hago es cerrar la puerta. No quiero que se largue.
-No me voy a ir.- Dice. Su voz parece que haya cobrado otro tono, o yo ya esque la veo diferente.
-No te voy a dejar ir hasta que no me hagas feliz.- Carcajeo y ella lo hace conmigo. Doy unos cuantos pasos mas, hasta tenerla cerca, tan cerca donde su respiración y la mía se entrelazan.
-Hacerte feliz.- Repite.- Ahora se llama así ¿no?.- Murmura.
Yo asiento, le toco el pelo, voy bajando hasta acariciar su cuello. Cuando lo hago la escucho respirar hondo y cerrar los ojos. Creo que he encontrado su punto débil. Cuando dejo de hacerlo los vuelve abrir y clava su penetrante mirada en la mía.
-No vuelvas hacer eso.- Me advierte azuzándome con la mirada.
Yo, juguetona, con ganas de provocar, me acerco a ella, voy a su cuello pero esta vez con mi boca, dejo pequeños besos hasta subir por su barbilla, ahí le dejo un pequeño mordisco.
La escucho soltar un pequeño gruñido que no deja salir de su boca. 


Y sin miramientos, me coge por debajo de las piernas y me sube a su cintura para dejarnos caernos en medio de la cama.
La sensación de sus manos subiendo por mis costillas me esta llevando al borde de la locura. Sus besos bajan poco a poco hasta chocar en mi ombligo. Hace un parón, ni me toca, ni me besa, yo abro mis ojos y la veo mirándome el pendiente del ombligo.
¡Vale! Fue con 16 años, ¿Pero qué pasa? ¿Por qué no sigue?
-Vane... ¿Qué pasa?.- Me muevo inquietante. Ella tarda en responder y yo me estoy poniendo nerviosa.
La siento subir hasta llegar a mi boca de nuevo. Ahí, en mis labios planta un pequeño beso, y sin separarse le noto decir “Me encanta tu cuerpo”. Sin poder decir nada, vuelve a bajar hasta mi ombligo.
Una vez ahí me besa, me toca, muevo mis caderas pidiéndole más.
Vanesa posa sus manos en mis rodillas, y con suavidad me pregunta:
-¿Me dejas pasar?.
¡Oh por favor! Si te dejo pasar dice.
No me lo pienso, asiento mientras sonrío. Me desabrocho el botón del pantalón y me lo quito. Ella no aparta la mirada y eso en cierto modo me inquieta. Me inquieta el no saber lo que piensa y lo que quiere.
Vanesa poco a poco se va recostando en la cama. Me besa primero en la rodilla.
-Pase lo que pase.- Me vuelve a besar, pero esta vez en la cara interna de mi muslo derecho. Al notarla tan cerca de mi suelto un pequeño grito ahogado.- Pase lo que pase.- Vuelve a repetir.- No cierres las piernas.- Ordena. Me vuelve a besar, pero esta vez más cerca, yo intento hacerle caso, mis piernas tiemblan, quiero obedecer, me agarro a las sabanas e intento mantenerlas abierta.Me resulta un poco difícil cuando comienza el juego.
Todo esto es casi nuevo para mi, no me asusta, ni me da miedo, simplemente me atrae, me atrae y mucho, he estado con muchas mujeres, pero con ninguna que hace tiempo consideraba una amiga.

Nos tiremos horas en mi habitación. Entremos en un circulo vicioso, no habíamos terminado y estábamos volviendo a empezar.
Cuando creo que le ponemos punto y final a este pequeño encuentro, Vanesa se acerca a mi y deja en mi pelo un pequeño beso.
-Me tengo que ir.- Dice sin más.
Yo con mi cara de asombro saco mi cabeza de la almohada en busca de sus ojos.
-¿Por qué?.- Pregunto exaltada. No quiero que se vaya. Ahora atraco a mi cabeza con miles de preguntas estúpidas.
¿Por qué se va? ¿Habrá otra? ¿No le habrá gustado?
La cabeza me da vueltas y creo que esta a punto de estallar.
-Tengo obligaciones que hacer.- Sonríe, y yo solo le levanto una ceja pidiéndole más explicaciones con mi mirada. Sé que no soy nadie. Pero irse así porque si después de lo que ha pasado... ¡Por eso no paso!
-Tengo un perro al que pasear, seguro que cuando entre por la puerta me lo encuentro de piernas cruzadas. Es más, mañana tengo una reunión muy importante.- Dice poniéndose la camiseta.- Estamos planeando ir a Argentina en el próximo disco y tengo que estar plena no, ¡plenísima!.
Sin decir nada más se levanta, se abrocha el pantalón, y deja un simple y soso beso en mi frente.
-Nos vemos.
Esa es su despedida, ni un "te llamaré" o "llámame", ni un “¿cuando nos volvemos a ver?”... Nada... Nos vemos dice...
-Nos vemos.- Respondo seca.
Cuando ve que me envuelvo con las sabanas, me para con su voz.
-No hace falta que me acompañes, sé donde esta la puerta.
Tras lo dicho, se gira y entorna la puerta. Cuando la veo desaparecer me tiro en la cama y ruedo en ella como si quiera una niña de 15 años. Lo que acaba de pasar entre estas cuatro paredes no había pasado nunca jamas. ¡Ha sido fantástico!

Pasaron las semanas y nuestros encuentros se multiplicaban por 10. Cualquier escusa era valida para acabar juntas en una cama.
Era nuestro secreto.
Un día cuando me dispongo a llamarla no me lo coge, le envió miles de mensajes y nada.
Cabreada quedo con Pastora, a ella no le podía contar nada, y eso me daba más rabia, tenía que contarle a alguien esto.
Tras estar en su casa más de una hora, mi enfado se va menguando hasta que suena el móvil de Pastora.
La veo sonreír cuando lee en la pantalla en nombre de quien la llama. Sin duda, cuando Pastora lo coge, la escucho, esa voz, la podría reconocer a kilómetros.
Callada la escucho hablar con Vanesa. Ahora me entero que la mujer con la que comparto cama y sexo, aparte de amistad, se ha ido a Málaga.
Ese día cuando llegué a casa le envié un sin fin de mensajes, que no pudiera contárselo a nadie no significaba que a ella no le podía contar lo mal que me lo estaba haciendo pasar.
Ahí, en ese punto, cuando envíe mi mensaje número mil, me dí cuenta que esto no es lo que acordemos. Me estoy dando cuando que Vanesa me importa más de lo que creía. Al darme cuenta de lo que sentía, cogí de nuevo el móvil, volví a teclear su número, como era de esperar no me lo cogió, así que decidí mandarle un mensaje. Sé que no me contestará, pero sé que leerlo lo hará. Sin pensarlo, cerré los ojos y le escribí. 

"Te necesito" 

Novela "Aquí y Ahora"

Novela "Aquí y Ahora"